Escrito y revisado por Iván Gálvez González (Psicólogo colegiado núm.. 32293)
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Introducción
De pronto, el corazón se acelera, cuesta respirar, las manos tiemblan y una sensación de peligro inminente invade todo el cuerpo. No hay un motivo claro, pero el miedo es real. Eso es lo que muchas personas describen como un ataque de ansiedad: una reacción intensa, repentina y abrumadora que parece escaparse de todo control.
Aunque se vive con gran angustia, un ataque de ansiedad no es peligroso, y comprender qué sucede en el cuerpo y en la mente durante esos minutos puede marcar la diferencia entre el miedo y la calma. En este artículo exploraremos qué es exactamente un ataque de ansiedad, por qué ocurre y qué puedes hacer para afrontarlo con seguridad, incluyendo cuándo es recomendable buscar apoyo psicológico.

Qué es un ataque de ansiedad
Sentir ansiedad de vez en cuando es algo natural. Forma parte de la manera en que nuestro cuerpo y mente reaccionan ante el estrés.
Pero hay momentos en los que esa ansiedad se desborda: aparece de forma intensa, repentina y con síntomas físicos tan fuertes que parece imposible controlarlos.
A eso lo llamamos ataque de ansiedad o, en su forma más intensa, ataque de pánico.
Muchas personas los describen como una experiencia aterradora: sienten que pierden el control, que van a desmayarse o incluso a morir.
Sin embargo, aunque los síntomas sean intensos, los ataques de ansiedad no son peligrosos, y con el acompañamiento adecuado se pueden comprender y manejar.

¿Qué es exactamente un ataque de ansiedad?
Un ataque de ansiedad es una respuesta aguda del sistema nervioso ante una percepción de amenaza o peligro, aunque en realidad no exista un riesgo real.
Es como si el cuerpo activara una alarma de emergencia sin que haya fuego.
Durante un ataque, el cerebro —especialmente la amígdala— envía señales al cuerpo para prepararlo para huir o luchar (respuesta de “fight or flight”).
El sistema nervioso simpático se activa, y eso provoca una serie de reacciones fisiológicas automáticas.
Según la American Psychological Association (APA, 2022) y el National Institute of Mental Health (NIMH, 2022), los ataques de ansiedad suelen durar entre 5 y 20 minutos, aunque la sensación subjetiva puede ser más prolongada.

Síntomas comunes de un ataque de ansiedad
Los síntomas pueden variar de una persona a otra, pero suelen incluir una combinación de manifestaciones físicas y psicológicas:
Síntomas físicos:
- Palpitaciones o taquicardia
- Sudoración excesiva
- Temblores o sensación de debilidad
- Dificultad para respirar o sensación de falta de aire
- Presión o dolor en el pecho
- Mareo o sensación de desmayo
- Escalofríos o sofocos
- Tensión muscular o temblores internos
Síntomas cognitivos y emocionales:
- Miedo intenso a perder el control o “volverse loco”
- Sensación de irrealidad o desconexión del entorno (desrealización)
- Miedo a morir
- Pensamientos catastróficos (“algo terrible va a pasar”)
- Necesidad urgente de escapar o evitar el lugar donde ocurre
El cuerpo está en modo supervivencia, pero sin que exista un peligro real. El resultado es un malestar intenso que puede generar miedo a que se repita, lo que a su vez mantiene el ciclo de ansiedad.

¿Por qué ocurren los ataques de ansiedad?
Los ataques de ansiedad no aparecen de la nada, aunque a menudo lo parezca.
Se originan por una combinación de factores biológicos, psicológicos y situacionales.
- Factores biológicos:
Algunas personas tienen una mayor sensibilidad del sistema nervioso o predisposición genética a responder con ansiedad ante el estrés. - Factores psicológicos:
Pensamientos catastrofistas, perfeccionismo, dificultad para tolerar la incertidumbre o traumas previos pueden aumentar la vulnerabilidad. - Factores ambientales:
Estrés sostenido, falta de descanso, consumo de cafeína, uso de redes sociales o eventos vitales estresantes actúan como desencadenantes.
A menudo, lo que activa un ataque de ansiedad no es el hecho en sí, sino la interpretación que hacemos de las sensaciones corporales.
Por ejemplo: notar el corazón acelerado y pensar “me va a dar algo malo” activa aún más el sistema de alarma, generando un círculo vicioso entre pensamiento → emoción → reacción física.

Diferencia entre ansiedad generalizada y ataque de ansiedad
Aunque la palabra ansiedad se usa a menudo como si describiera una sola cosa, en realidad puede manifestarse de formas muy distintas. Dos de las más frecuentes son la ansiedad generalizada y los ataques de ansiedad, y aunque comparten algunos síntomas, sus características y dinámicas psicológicas son diferentes.
La ansiedad generalizada se presenta como una preocupación constante y difusa. No suele haber un desencadenante específico, sino una sensación persistente de alerta o inquietud que acompaña al día a día. Las personas con este tipo de ansiedad suelen describir un estado de tensión casi permanente, con pensamientos repetitivos del tipo “¿y si algo sale mal?”, “¿y si no puedo con esto?”. A menudo cuesta desconectar incluso en los momentos de descanso, y es habitual que aparezcan síntomas físicos leves pero sostenidos, como fatiga, problemas de sueño, dolores musculares o dificultad para concentrarse. Es una ansiedad que “se instala” y tiñe la rutina, generando la sensación de vivir en un modo de preocupación continua.
Por otro lado, un ataque de ansiedad es una respuesta súbita e intensa del organismo. Aparece de forma abrupta, alcanza su punto máximo en pocos minutos y genera una sensación de miedo extremo o pérdida de control. El cuerpo reacciona con síntomas físicos muy marcados —taquicardia, falta de aire, temblores, mareo, sensación de ahogo o de desmayo— que pueden hacer creer a la persona que está sufriendo un problema médico grave. Sin embargo, aunque los síntomas son reales y desagradables, el ataque de ansiedad no es peligroso. Lo que ocurre es que el sistema nervioso activa una alarma desproporcionada ante una amenaza percibida, incluso cuando no existe un peligro real.
En la ansiedad generalizada, el malestar es constante pero más moderado; en el ataque de ansiedad, la intensidad es mucho mayor, aunque breve. La primera se mantiene a lo largo del tiempo, mientras que el segundo aparece en forma de episodios. Aun así, pueden coexistir: una persona con ansiedad generalizada puede experimentar ataques de ansiedad cuando su nivel de activación se acumula o cuando interpreta determinadas sensaciones físicas como señales de peligro.
Comprender esta diferencia es fundamental para buscar el tratamiento adecuado. La ansiedad generalizada requiere un trabajo continuo de regulación emocional, gestión de pensamientos y hábitos saludables. Los ataques de ansiedad, en cambio, necesitan estrategias específicas para manejar las crisis en el momento y reducir el miedo a que se repitan. En ambos casos, la ayuda psicológica es clave: no solo para aprender a calmar los síntomas, sino para entender lo que la ansiedad intenta comunicar y recuperar así una sensación de seguridad y control sobre la propia vida.

Qué hacer durante un ataque de ansiedad
Cuando la ansiedad alcanza ese punto máximo, lo esencial no es luchar contra ella, sino ayudar al cuerpo a volver al equilibrio.
1. Respira lento y profundo
Aunque parezca simple, es lo más eficaz. La respiración diafragmática (inhalar por la nariz, exhalar por la boca más despacio) activa el sistema parasimpático, que frena la respuesta de alarma. Concéntrate en alargar la exhalación: eso le dice al cerebro que estás a salvo.
2. Recuerda: no estás en peligro
Los síntomas son desagradables, pero no son peligrosos. Repetirte mentalmente frases como “esto es ansiedad, y pasará” o “mi cuerpo se está activando, no me está fallando” ayuda a reducir el miedo secundario que alimenta el ataque.
3. Centra tu atención en el presente
Busca anclajes sensoriales:
- Describe mentalmente cinco cosas que ves, cuatro que tocas, tres que oyes, dos que hueles y una que saboreas.
Esta técnica de grounding (técnica de enraizamiento) ayuda a volver al aquí y ahora y a desconectar de los pensamientos catastróficos.
4. Permite que el cuerpo se calme
No fuerces la calma. La ansiedad es como una ola: sube, alcanza su punto máximo y luego baja por sí sola. Resistirla la mantiene; permitirla la disuelve.

Cómo prevenir futuros ataques
Los ataques de ansiedad pueden repetirse si no se aborda su causa. Estas estrategias ayudan a reducir la vulnerabilidad:
- Mantener rutinas de descanso, alimentación y ejercicio.
- Limitar estimulantes como cafeína, alcohol y consumo digital excesivo.
- Practicar técnicas de relajación o mindfulness de forma regular.
- Identificar pensamientos ansiosos y cuestionarlos (Terapia Cognitivo-Conductual).
- Buscar espacios de apoyo social o emocional.
La prevención se basa en fortalecer el autocuidado y la regulación emocional diaria, no solo en reaccionar cuando llega la crisis.
Cuándo acudir al psicólogo
Si los ataques de ansiedad son frecuentes, intensos o interfieren en tu vida cotidiana (te impiden salir, trabajar o dormir), es importante buscar ayuda profesional.
Un psicólogo especializado en ansiedad puede ayudarte a:
- Entender el origen de tus ataques.
- Aprender a identificar señales tempranas y detener el ciclo antes de que escale.
- Modificar pensamientos y conductas que los mantienen.
- Reentrenar tu cuerpo y mente para responder con calma ante el estrés.
Terapias como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) o la Terapia Dialéctica Conductual (DBT) han demostrado eficacia en el tratamiento de los ataques de ansiedad y pánico.
Acudir a terapia no es una señal de debilidad, sino un acto de responsabilidad hacia ti mismo.
Pedir ayuda es el primer paso para recuperar la sensación de seguridad y control.

Conclusión
Un ataque de ansiedad puede sentirse como una tormenta repentina en el cuerpo y la mente. Pero ninguna tormenta dura para siempre.
Comprender lo que ocurre, respirar con calma y pedir ayuda cuando sea necesario son pasos fundamentales para recuperar el equilibrio.
La ansiedad no es un enemigo a destruir, sino una señal que pide atención y cuidado. Aprender a escucharla con amabilidad —y no con miedo— es el comienzo de una vida más tranquila y consciente.
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Referencias (APA 7.ª edición)
- American Psychological Association. (2022). Anxiety disorders. https://www.apa.org/topics/anxiety
- Beck, A. T. (1976). Cognitive therapy and the emotional disorders. International Universities Press.
- Linehan, M. M. (2014). DBT skills training manual (2nd ed.). Guilford Press.
- National Institute of Mental Health. (2022). Panic disorder: When fear overwhelms. U.S. Department of Health & Human Services.
- Clark, D. M., & Beck, A. T. (2010). Cognitive therapy of anxiety disorders: Science and practice. Guilford Press.
- Hofmann, S. G., & Gómez, A. F. (2022). Mindfulness-based interventions for anxiety and depression: Mechanisms and evidence. Annual Review of Clinical Psychology, 18, 201–230.











