Cómo Mejorar la Gestión Emocional con la Terapia Gestalt y 5 beneficios

Las emociones son respuestas que se dan en el organismo y que tienen una función adaptativa, es decir, su aparición se da para ayudar a regularse frente a una situación concreta.

Sin embargo, somos seres complejos y podemos llegar a tener mucha dificultad en torno a la gestión emocional. Por lo general, somos torpes con esto también. Para algunas personas, la dificultad puede estar en contactar o sostener un tipo de emoción, por lo que tratarán de evitarla.

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Para otras personas la dificultad está en que las emociones les lleva a una fuerte actividad mental con pensamientos recurrentes, intrusivos, paralizantes, etc. Hay quien tiene aversión al miedo o al dolor pero también hay quien busca emociones fuertes de forma compulsiva.

Hay quien contiene sus emociones hasta el infinito y hay quien no es capaz de filtrar, y expresa lo que le pasa sea lo que sea. En este artículo me gustaría explicarte algo acerca de lo que comúnmente etiquetamos como gestión emocional, a pesar de que a mí personalmente, esta etiqueta no me convence.

Qué es la gestión emocional

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La gestión emocional tiene que ver con poner atención a la forma en que nos manejamos o nos relacionamos con nuestras propias emociones, entendiendo que estas no son ajenas a uno mismo, ya que, si, también somos nuestras emociones. Existen muchas formas de gestionar las emociones, pero ya de partida te diré que reprimirlas, obviarlas o tratar de ignorarlas no te hace ningún bien. Así que no, de esto no va esta entrada de mi blog.

De hecho, para mi, la mejor manera de relacionarnos con las emociones poco tiene que ver con la gestión emocional, o al menos no siempre. Y me explico. Una de las principales cualidades a desarrollar si queremos tener una buena relación con nuestras emociones es la escucha atenta, sensible y libre de juicio.

Por lo general, solemos ser muy reactivos ante las emociones. Es decir, que o bien las sentimos, las atajamos y las bloqueamos incluso antes de percibirlas o bien, de la emoción nos lanzamos en una respuesta impulsiva de acciones o pensamientos en la que nos acabamos enredando.

Así pues, la escucha atenta de la que te hablo anteriormente, tiene que ver con la capacidad de sentir, y tratar de no hacer nada más que sentir lo que nos está pasando. Esta es una capacidad que puede desarrollarse a base de práctica y donde herramientas como el mindfulness y la meditación pueden aportar un gran valor. La intención es ser capaces de convertirnos en espectadores de lo que nos pasa sin interactuar demasiado con ello.

Otro componente interesante en todo esto es la aceptación incondicional de nuestra experiencia emocional. Y aquí merece la pena entender algo: no elegimos lo que sentimos. Dicho de otra forma, no puedes cambiar lo que sientes.

Así pues, no tiene sentido alguno castigarnos, por sentir una u otra emoción, así como tampoco lo tiene querer esconder la emoción que estamos experimentando. Está bien tal y como es. Una emoción puede ser incómoda, desagradable o inoportuna, pero si además de esto, te ves obligado a hacer malabares con ella, la incomodidad será mayor.

Cómo se manifiestan los problemas de gestión emocional

Como te dije anteriormente, la dificultad en la gestión emocional es algo muy singular, es decir, cada persona vive en su escenario particular. Hay caracteres que presentan mucha contención emocional, es decir, les cuesta expresar las emociones. En el fondo de esto puede haber vergüenza, es posible que hayan crecido en un entorno en el que no les hayan permitido expresar la rabia o la tristeza con lo típico de “niño no llores” o “si te enfadas no vendrán los reyes” o “cuando lloras te pones muy fea”.

Esta contención emocional puede tener una parte expresiva, que como te dije anteriormente, tiene que ver con la expresión de la rabia. Así mismo, también hay personas cuya dificultad es contactar con la emoción (o con cierta emoción). En este caso, la persona ha interiorizado tan profundamente que las emociones o esa emoción no son buenas, que de alguna forma, su organismo trata de bloquearla, y de hecho la bloquea. Para muchas personas, hay una gran dificultad en sentir la emoción.

Así pues, acabamos reprimiendo o bloqueando ciertas emociones. A veces por una educación normativa en la que se penaliza sentir o expresar las emociones, otras veces porque el entorno en cierto momento de la niñez es vivido con tal hostilidad, que el organismo decide aislarse y dejar de sentir.

Pero como te dije, cada persona es singular, y tenemos muchas formas de reaccionar ante las emociones. Algunos caracteres tienden por ejemplo a la desconexión de las emociones a través de la racionalización. Se trata de caracteres muy mentales que prefieren analizar y extraer conclusiones a conectar con la emoción.

Y de nuevo, si miramos al pasado de estas personas, seguramente encontremos los motivos por los que la persona desarrolla esta estructura, esta forma de manejarse para no sentir, para no sufrir, para no volver al lugar de vulnerabilidad en que tanto sufrieron.

Estas dinámicas son respuesta a vivencias con cierta carga traumática. Lo suficiente para estructurar el carácter y la defensa de una u otra manera. Y debido a que hemos vivido experiencias vitales únicas, al final, nuestra manera de responder o adaptarnos a ellas son únicas también.

Así que, a pesar de que la mayoría sufrimos de alguna u otra manera por la forma en que gestionamos o nos relacionamos con las emociones, los motivos son distintos. Las personas desconectadas de la emoción proyectan frialdad o distancia, y esto puede llevarles a una cierta vivencia de aislamiento. Sin embargo, para los caracteres más viscerales, la respuesta emocional a veces se da de forma desmedida, lo cual le genera conflicto con otras personas.

Y otro episodio aparte sería el de las cargas emocionales. Las cargas emocionales son una serie de emociones, sentimientos, recuerdos de vivencias pasadas que nos marcaron. Desde la mirada de la Terapia Gestalt, hablamos de situaciones inconclusas, que son aquellas vivencias que de alguna manera nos dejaron en un punto de no-resolución, lo cual genera una carga psicoemocional que sigue pulsando. Te lo explico con algunos ejemplos a continuación.

Un claro ejemplo de una situación inconclusa que se traduce en cargas emocionales podría ser la vivencia de bullying. En la experiencia de bullying, el niño o la niña se siente superado por el constante acoso de sus compañeros de clase. Si esta situación no se revierte a tiempo, el niño queda atrapado de alguna manera ya que, no puede escapar, no puede poner límite a esos compañeros y en definitiva, no puede poner fin a esa situación que le hace sufrir.

Dependiendo de la intensidad o duración de esta experiencia, esto podría dejar una huella más o menos profunda en el niño o la niña. Y una de las posibilidades es que, al haber vivido esto, el niño o la niña genere algún tipo de carga emocional hacia los grupos, donde puede haber miedo y desconfianza, aversión, etc. Esto podría llevarle a repetir patrones de conducta en la edad adulta donde respondería de forma desproporcionada ante la mínima señal que le llevase a esa vivencia pasada. De modo que podría darse una tendencia al aislamiento o al conflicto cada vez que se disparasen las alarmas.

Consecuencias de la mala gestión emocional

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Pero ¿Qué ocurre cuando las emociones son “mal gestionadas”? Y si, te lo pongo entre comillas porque de nuevo, el término de gestión emocional me sigue haciendo dudar. Pero en todo caso, las consecuencias dependen de lo que hagamos con las emociones. Veamos algunos ejemplos.

La expresión de emociones como la rabia o el enfado son tabú en muchas sociedades. Son emociones que pueden llevarnos al conflicto y debido a esto, en ocasiones educamos a los niños para su contención. Así, cuando las personas crecen en un entorno donde “enfadarse está mal” de alguna manera, pueden acabar suprimiendo la expresión de esta emoción o incluso la propia experiencia de la misma.

Como ya te puedes imaginar, desconectarnos de una emoción como la rabia o el enfado puede tener algunas “ventajas”. El problema es que al no sentir el enfado o al tener su expresión reprimida, estamos limitando nuestros recursos. Porque tanto el enfado como la rabia pueden ser respuestas emocionales adaptativas ante ciertas circunstancias.

Para algunas personas la dificultad está en contactar con su lado tierno o con la vulnerabilidad. Es posible que haya recibido del ambiente mensajes como “no hay que llorar” , “llorar es de débiles” o “no te pongas así, no es para tanto”. Estos mensajes van impactando y vamos configurando una forma de manejarnos con emociones como la tristeza, la pena o el dolor en la que, tratamos de pasar por alto dichas emociones.

Esto se ve reforzado por una sociedad en la que parece que no hay espacio para caer, para estar triste o en el que mostrar nuestra vulnerabilidad. Más bien parece que debemos estar bien todo el tiempo, porque puede parecer que la tristeza, la pena, la melancolía o el dolor son inútiles. Pero nada más lejos de la realidad.

Al restringir nuestra capacidad de sentir o expresar la tristeza o el dolor, lo que hacemos es acumular esas emociones desagradables. Las desatendemos y tarde o temprano, esa carga emocional acaba saliendo de una u otra manera. Por lo que aguantar las emociones desagradables, no es la manera adecuada de una correcta gestión emocional.

Aquí merece la pena entender que hay emociones desagradables como la tristeza que cumplen la función de ir para adentro, es decir, de retirarnos, descansar, recomponernos, etc. De alguna forma, existe un “ritmo natural” para regularse emocionalmente, pero esto pasa por hacer contacto con la emoción en cuestión.

Beneficios de una buena gestión emocional

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Al atender a nuestras emociones, al escucharlas, al dejarlas ser, en definitiva, al no entorpecerlas como solemos hacer, se producen algunos cambios interesantes. Algunas personas se llegan a desconectar tan profundamente de las emociones que se vuelven frías, distantes. Hasta cierto punto puede dar la impresión que son personas inaccesibles. Y esto, de alguna u otra manera, les aísla de las demás personas.

En estos casos, cuando la persona va poniendo conciencia y va abriéndose a sentir, poco a poco se va mostrando más accesible, y la conexión con otras personas va cambiando. Además de esto, toda la energía puesta en la contención de las emociones se libera.

Otro de los aspectos que merece la pena explorar es como en ocasiones, por tal de no molestar al otro, por tal de no generar conflicto, o en definitiva, por tal de quedar bien con el otro, las personas se desconectan de sí mismas, lo cual les pasa factura de una u otra forma.

Un ejemplo de esto podría ser el de una persona que por tal de no entrar en conflicto con su compañero de piso, traga con su desorden sin quejarse ni decir nada “mejor tragar a enfadarse”. Y el enfado está, pero se va guardando en el fondo. Hasta que posiblemente, sale, cuando menos sentido tiene o de una manera desproporcionada, o con quien no toca.

Aprender a poner conciencia como nos sentimos ante una situación así y darle valor a cómo nos impacta es importante. Al ir tomando conciencia de esto, al darnos cuenta del enfado y al darle lugar, vamos pudiendo ir haciendo los ajustes necesarios con el entorno, en este caso, con el compañero de piso.

Y aquí tal vez merezca la pena entender el impacto que puede tener una buena gestión emocional y es que, entre otros, esta podría tener los siguientes beneficios:

#1 Mejora en la salud física y bienestar psicológico:

Cuando aprendemos a regularnos emocionalmente, los procesos emocionales tienen una menor duración en el tiempo. Sabemos cómo atenderlos y por tanto, el ciclo se cierra antes. Esto mejora nuestra salud ya que, estar atascado en ciertos procesos emocionales nos causa desequilibrios hormonales y fisiológicos. Así mismo, también alcanzamos un mayor bienestar psicológico ya que, aquello que nos molesta, nos incomoda o nos duele, deja de atraparnos.

#2 Relaciones personales más satisfactorias

La mala gestión emocional, es uno de los factores que juega en contra de las relaciones personales. Ser capaz de responsabilizarme y atender mis propios procesos emocionales, me ayuda a no volcar todo eso en la otra persona. Además, cuando una persona se sabe regular emocionalmente, tiene más capacidad para comunicarse en situaciones de conflicto, y esto también favorece un vínculo saludable.

#3 Mejor rendimiento escolar

Una de las claves en el rendimiento escolar es saberse regular en el entorno social, es decir, en relación con las demás personas: alumnos y profesores. Y como te expliqué anteriormente, la gestión emocional nos ayud a mejorar las relaciones personales. Además de esto, en el aprendizaje, hay momentos en que nos enfrentamos a nuevos campos de conocimiento en que podemos llegar a sentir frustración o estrés ya que, no tenemos dominio sobre ello y la evaluación de nuestro rendimiento puede resultarnos desfavorable. Saber lidiar con esto es crucial para seguir avanzando en los procesos de aprendizaje.

#4 Mejor rendimiento laboral

En el entorno laboral, el ámbito de las relaciones personales aún cobra mucho más valor ya que, el entramado de personas con quien nos podemos cruzar es mucho mayor: compañeros, responsables, socios, clientes, proveedores, etc. Una buena gestión emocional nos puede permitir no solo estar bien en nuestro puesto de trabajo si no que además, nos permitirá alcanzar acuerdos, mejorar las negociaciones de contratos o alcanzar mejores resultados de venta. La correcta gestión emocional favorecerá estas relaciones. Y no menos importante, gestionarnos emocionalmente nos permitirá también poner límites claros, así como protegernos de ciertas dinámicas o estilos de liderazgo o comunicación coercitiva. 

#5 Mayor resiliencia

A medida que mejoramos la propia gestión emocional, aprendemos a lidiar con situaciones o entornos adversos de forma más satisfactoria. Nuestra capacidad de adaptación se hace mayor y aprendemos a estar focalizados en el momento presente. Nuestra atención se centra en aquello que está en nuestras manos aquí y ahora en vez de estar en la aversión ante la situación o divagando en los posibles escenarios fatalistas venideros. Nuestra capacidad de estar bien ante una crisis, un pico de trabajo o al frente de una situación familiar compleja aumenta.

Cómo mejorar tu gestión emocional a través de la terapia Gestalt

Algo que me gusta mucho del enfoque de la Terapia Gestalt es las sencillas pero poderosas herramientas que ofrece para trabajar la gestión emocional.

En primer lugar, algo muy interesante es que desde la Terapia Gestalt el ser es un todo, es decir, las emociones no son algo ajeno a la persona si no que son parte de la persona, como lo son los pensamientos o el cuerpo. Esto, en una sociedad tan mental, ayuda a romper la barrera entre la persona y su vivencia emocional.

Otro de los pilares de la Terapia Gestalt para el trabajo con las emociones es el contacto con el aquí y ahora. En el proceso terapéutico se trata de conectar con la experiencia presente, saliendo de enredos mentales, de proyecciones al futuro y de complejos esquemas racionales. Aquí y ahora. Un mantra que nos ayuda a ampliar nuestra capacidad para conectar con lo que nos está pasando, sea lo que sea. Y esto nos ayuda a entrar en presencia, permitiéndonos entrar con mayor profundidad, haciendo contacto con todo lo que nos pasa, hasta lo más sutil.

E inevitablemente, el aquí y ahora nos lleva la atención al cuerpo. Ponemos atención al cuerpo porque es en el cuerpo donde sentimos nuestras respuestas emocionales, nuestros impulsos o tensiones internas. Atendemos a esas sensaciones corporales que de alguna forma sería como activar un sistema de sofisticados sensores que nos dan información de lo que nos pasa, de lo que sentimos, de lo que necesitamos, etc.

Y así como el trabajo nos lleva al sentir, la Terapia Gestalt tiene también una serie de herramientas expresivas que nos ayuda a liberar la expresión de las emociones. Y aquí, al tratarse de un enfoque holístico e integrativo, podemos ir incorporando infinidad de herramientas creativas, desde la expresión con la voz, con el cuerpo hasta la expresión artística.

El objetivo de la Terapia Gestalt en el ámbito de las emociones es que la persona poco a poco vaya aprendiendo a contactar, a validar lo que siente sin juicio, que vaya pudiendo expresar lo que necesite expresar así como recuperar la capacidad de sostener esos procesos emocionales que nos generan mayor dificultad.

El resultado de esto es una mayor comprensión de las propias emociones, una vivencia dotada de más liviandad, donde cada vez hay menos conflicto con lo que uno siente y donde se van encontrando formas de expresión, de liberación emocional, y donde uno aprende también a sostenerse a sí mismo con lo que sea que le esté pasando.

Mi experiencia personal en la gestión emocional

En todo mi proceso terapéutico el tema de las emociones fue un tema importante. En mi caso, yo era una persona con mucha dificultad en la gestión emocional, y es que, de alguna manera bloqueaba mis emociones.

A lo largo de mi proceso terapéutico fui descubriendo que en si, soy mucho más emocional de lo que pensaba. Sin embargo, mi gestión emocional era pésima. Las emociones de alguna forma eran para mi, un factor de riesgo y contactar con ellas me ponía en un lugar de pérdida de control o de vulnerabilidad.

Así pues, en mi caso, la gestión emocional en terapia me fue llevando a sentir y a expresar. Y en mi caso es así, puesto que mi especialidad es cortar la emoción, puedo desconectarme de ella muy fácilmente. Y por ese motivo, para mi, la gestión emocional no pasa por cohibir o frenar las emociones si no que por dejármelas sentir.

Aunque no es así con todas las emociones pues, con la ira por ejemplo, la dificultad en ocasiones ha sido ser capaz de escucharla sin reaccionar. Y aquí, para mi, la gestión emocional ha consistido en escuchar que hay antes de la rabia, ver que en ocasiones me enfado porque cargo y cargo, y otras, porque siento tristeza pero no quiero contactar con dicha emoción.

Y si te apetece escuchar otro ejemplo de una vivencia práctica con la ira, te invito a que entres en mi podcast donde te explico lo que la tortilla me enseñó.

Conclusión: Terapia Gestalt para ayudar a gestionar las emociones

Como ves, hay muchos aspectos a atender en el ámbito de las emociones ya que, desgraciadamente, y por lo general, hemos recibido una educación pobre en la gestión emocional.

Y aunque quizá te asuste o te incomode hacer frente a ciertas emociones, te diré que una vez vas abriendo, contactando y expresando, las sensaciones posteriores son de una enorme liberación. Ponerse al día con tus emociones puede llegar a ser muy liberador.

Te ofrezco 1 hora de mi tiempo para que analicemos en qué puedo ayudarte a sentirte mejor.

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Publicado por Iván
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Soy Iván Gálvez, psicólogo y terapeuta Gestalt y te ofrezco mi acompañamiento en tu proceso de crecimiento personal. Te brindo mis servicios con el propósito de ayudarte a vivir con mayor plenitud y satisfacción, desde el compromiso con la honestidad y el respeto.
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